jueves, 3 de marzo de 2011

CÍNGARA

Heme aquí dispuesto a hacerte
un canto de madrugada.

Caracolillos negros que te abarcan y te ahogan
hacen de tu negra fronda, la morada
en que reside tu poesía.

Un hálito de vida da el vaivén a tu etalaje
y surge etéreo el numen hacedor.

Negras sombras deambulan
bajo livianas gasas negras
entre la negra noche
e inquietos dragones se elevan,
henchido el ámbito
mientras se consume el tuero.

Un golpe de tos mueve la pluma
y hace llorar el pergamino.

Tu cuerpo, simple,
adornado de sarmientos que afloran espadas,
parece quebrarse en su avanzar.

Mis ojos tornan ríos
y en el ínterin navegan
versos ahogados
ebrios de la cíngara
áspide inquieta que a la urraca huye.

Ya, en el ocaso de la noche
la fatiga rinde mi cuerpo a la silla.

Mientras… me acaricia el alba.

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