sábado, 1 de septiembre de 2012

Lamento.

Cuando miro el sendero infinito,
una traca de tristeza golpea mi corazón (ya roto).
Tus senos, hoy resbaladizos,
aún mantienen tersos seis cabellos
que recuerdan una vida vana, fracasada.

¡Tantas veces horadaste el viento
entonando una misma serenata,
                                  joven anciana!
Tus labios, manchados de pecados,
hartos de orgías y bacanales
y de noches de infructuoso amor.

¡Filósofa en el aire
que haces meditar al árbol
y a la piedra de alma tosca y ruda!
Tu escuálido cuello, huérfano hoy,
se estira al aire tibio de la noche
evocando tanta tristeza que rezumas.
Mientras, en el fondo de esa gruta,
entre un vago tremolar de estrellas,
se ahoga el agua de mi tristeza
y, entre copos de besos nuevos,
susurra a tu rostro despintado
que tras la sombra está el Sol.

Pedro Vera Sánchez, Trinidad.

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